martes, 8 de marzo de 2011

Territorios ocupados: mujeres que se animaron a espacios masculinos

Desoyendo los consejos de padres, maridos o amigos, algunas mujeres han reclamado su derecho al trabajo digno y a ejercer el oficio de sus deseos. Manejar camiones, taxis o colectivos, desenvolverse en deportes tradicionalmente practicados por varones. Estas mujeres son ejemplos de otras miles. En el país, la mitad de las mujeres trabajan y son el único sostén de más de un tercio de los hogares argentinos.

Xoana, rugbier, 23 años

Comenzó a practicar rugby en una colonia de verano a los 10 años. Cuando pidió permiso, su papá se opuso y la conminó a buscar “algo más femenino”. Y ella le hizo caso... hasta los 18 años. Con la mayoría de edad cristalizó la decisión de jugar sí o sí. Además de pertenecer a Las Pumitas, seleccionado argentino de rugby femenino, también juega para el club SITAS, donde es la pateadora oficial. Allí entrena a la par del equipo masculino (“Los chicos nos recibieron muy bien, nunca tuvimos que hacernos un lugar”, dice).

“No soy un caballero; soy una dama”, aclara Xoana por si hay quien, a esta altura de la historia, confunde las cosas. Trabaja como administrativa, pero su mayor sacrificio es el entrenamiento. Ir al gimnasio, correr, alimentarse bien y descansar son requisitos fundamentales para rendir a niveles tan competitivos. No se inhibe cuando le dicen que el rugby es sólo para hombres: “Los dejamos que hablen, total nosotras seguimos haciendo lo que nos gusta”.

En Argentina el rugby es un deporte amateur. “Nosotras tenemos el doble de esfuerzo, los hombres practican el deporte desde chicos, no tenemos la misma cantidad de años ni de experiencia.” Las Pumitas representan desde 2004 al seleccionado argentino de rugby. “Ponerse la camiseta es increíble, me llena de orgullo”, dice quien pasó por esa experiencia en los años 2009 y 2010. “Representar a mi país es lo mejor que me pasó en la vida”.

Sofía, camionera, 52 años

Padre camionero. Madre modista. Una niña, dos destinos posibles. Pero ni la prédica sexista pudo con la vocación. Su primer contacto con el mundo del volante fue con un Desoto 900 de la línea Dodge, a los 11 años. “Yo tengo locura fascinante por los fierros.” A los 16 años le enseñó a manejar a su novio, a los 18 se casaron y obtuvo su primer registro profesional. Junto a sus dos hijos recorrió todo el país. “Parecíamos gitanos: ponía en la cucheta del camión la bañadera y los lavaba allí.”

Sofía cose, borda, diseña, cocina y hace radio, con la misma facilidad con la que desarma un motor, saca la tapa del cilindro, pone el gato, una goma, aprieta anillos o enlona. “Esto no es nada más que sentarse al volante.”Si bien la llegada de su nieta la apartó, después de 32 años, del mundo del transporte, Sofía está siempre lista si hay que salir a la ruta. “Esto es una herencia espiritual, uno lo tiene que amar.”

Fernanda, boxeadora, 23 años

Alentada por su padre, un boxeador amateur, Fernanda tiró sus primeros golpes cuando la mayoría de sus amigas preparaba la fiesta de 15. Tres años después ya había entrado al mundo profesional. En julio de 2010, con 23 años, 63 kilos y 6 peleas, logró el título nacional en la categoría de peso súper ligero. Y en diciembre ganó el título mundial súper ligero OMB (World Box Organization). El sponsoreo del sindicato de camioneros le valió a Fernanda el sobrenombre La Camionera: “Para las mujeres es un deporte difícil de sostener a nivel profesional porque las vitaminas son carísimas, las zapatillas no duran nada y la dieta es súper estricta”.

En el garaje de su casa, en González Catán, la campeona montó su propio club. Con elementos reciclados, creó un sencillo gimnasio donde entrena tres veces al día. “Nunca te olvides de dónde venís”, le repite su padre, quien hace las veces de entrenador y principal consejero. Sus seis hermanos y su madre son también un apoyo fundamental: la acompañan a todas las peleas y hasta diseñan su vestuario.

“El respeto es la mejor enseñanza que me dejó el boxeo, me gusta charlar con mis rivales y hasta he logrado amistad con algunas.” Dentro del mundo del boxeo femenino, Fernanda admira a Yésica La Tuti Bopp (entrevistada en la sección Bajo Fuego de este mismo número). “Cuidado, La Camionera no toca bocina”, es el eslogan con el que siembra el miedo en los 25 metros cuadrados, su territorio conquistado a golpes.

Lidia, taxista, 57 años

Con tres hijos en la escuela, Lidia buscaba un trabajo que le permitiera mantenerlos sin depender de horarios fijos ni jefes. Convirtió su auto en remís y luego de dos años lo habilitó para taxi. “Así fue mi vida, siempre peleando.” Sus pasajeros preferidos son turistas y mujeres: ellos se ponen contentos cuando la ven y la mayoría quiere volver a viajar con ella. Pero su oficio no sólo genera curiosidad entre sus clientes, sus colegas se le acercan con cualquier motivo para conocerla y charlar un rato. Sus 25 años al volante están llenos de historias y anécdotas. “El día que no pueda manejar más voy a escribir mis memorias del taxi. Será un best seller.”

Noemí, parrillera, 30 años

Noemí nació en Sixilera, un pueblito de Jujuy, en una familia de agricultores. Allí vivió hasta los 14 años, cuando viajó para estudiar y fue allí donde comenzó su carrera de gastronómica. “Cocinar me divierte; puedo hacer cualquier cosa dentro de un restaurante.” “Vamos para adelante, que vamos bien”, sigue diciéndose a sí misma. El buen trato y la cordialidad llevan comensales al espectáculo que todos los días despliega sobre las brasas. Algunos clientes la miran curiosos. Todos comen contentos. Y vuelven. Con placer y ganas, Noemí se entrega día a día a este oficio.

Salomé, árbitra, 30 años

A los 16 años, mientras cursaba el secundario, decidió ingresar en la escuela de árbitros de AFA para poder opinar con fundamento sobre los partidos que tanto le gustaba ver. A los 21 años, dirigió su primer partido y cuatro años más tarde recibió la chapa de árbitro internacional. El ascenso fue durísimo: “En un partido me escupieron los 90 minutos, me tiraron café, agua caliente y una alpargata”. Siguen sus lamentos: “El fútbol en la Argentina no está preparado para tener una mujer en Primera división tampoco”. Contra toda lógica para ella, la mejor enseñanza que le ha dado el arbitraje es la tolerancia.

Sandra, bombera, 46 años

Como sus padres pertenecían a los bomberos voluntarios de Sarandí, ella los acompañaba siendo una nenita. Fue en 1985 cuando Sandra se unió a Bomberos Voluntarios de Avellaneda, donde todavía reporta.

Con 32 años de servicio, Sandra es oficial a cargo y jefe operativo, lo que significa que debe evaluar el lugar del siniestro y dar las órdenes. Sin embargo, su trabajo no termina cuando se apaga el fuego. Ella es la única mujer del comité de capacitación en la federación bonaerense. Aunque está en edad de jubilarse y pasar a la reserva, aclara: “Si no vengo me muero”.

(Clarín.com)

1 comentario:

  1. hola
    Yo (Rocío Farfán) y Lucia Baragli somos las autoras de este trabajo...tanto de las fotografias, como del texto... Te agredeceria que nuestros creditos figuren en este post. Muchas Gracias

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